134. Reflexiones de Vértigo


Hoy ha sido uno de esos días que no son especialmente buenos, amaneció muy bien, por primera vez en semanas el día amanecía soleado, las nubes decidieron hacer un alto en su jornada y el Astro Rey brillaba con fuerza inusitada, incluso la furia del océano se aplacó un poco, pareciera que la naturaleza tuviese que coger resuello de tanto brío descargado durante este mes, y al igual que la atmósfera reinante yo me sentía fuerte, vivo, con ganas de comerme el día y todo problema que se me pusiera por delante, ¡cuán poco me duró ese sentimiento! un problema de tamaño menor, un inmundicia mundana hizo que la realidad entrase por mi puerta, haciéndome ver que, aunque en el exterior brillara el Sol, en el interior todo se veía un poquito más difuso, como si mirases a través de un vidrio oscuro, todo se ve igual, pero con menos colorido, y así pasaron las horas del día, poco a poco me obligué a venirme arriba, un mensaje inesperado me sacó algo más que una sonrisa y decidí escapar, huir, salir al mundo y realizar algo que me gusta, me relaja, tranquiliza y sosiega siempre mi estado de alerta, hacer fotografías, esta actividad se ha convertido con el paso de los años en algo más que un hobby, es un medio de escape, un placebo que calma mi alma y aplaca mi ira, solo mi mirada a través del objetivo, solo eso necesito para gozar de un poco de armonía.
Es por ello que cámara en mano me fui a Salinetas, a la Cinsa para ser exacto, a esa enorme nave industrial, recuerdo de un pasado glorioso que hoy se ve fracturado y desnudo para hacer una toma que lleva años en mi mente, pero como todo en esta vida, nada sucede como uno se imagina, y de querer hacer una foto a ras de suelo, terminé por hacerme un autorretrato a unos 40 metros de altura sentado sobre un saliente con nada más mi autodeterminación sujetándome al raído suelo, con la mirada en algún punto distante del horizonte y reflexionando con la cabeza ya por fin más calmada, todo se relativiza cuando estas alongado en un alfeizar viéndolo todo desde un punto de vista único, te sientes grande y diminuto al mismo tiempo, y el miedo que se niega a abandonarte haciéndote participe de su entusiasmo con escalofríos en la columna. 
Me encanta esa sensación, un mal paso y estas muerto, pero ahí sentado estoy más vivo que nunca.
Espero que la fotografía les guste tanto como a mi, el encuadre se puede mejorar muy mucho y tengan por sentado que la volveré a repetir.
Ojalá todos tengan un sitio, un hobby o un momento al que ir y sentirse otra vez ustedes mismos.
Sin más me despido hasta mañana
Sean felices
Gabo Monzón

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